Como hablarnos para sentirnos mejor

Las situaciones que vivimos nos afectan en función de como las interpretamos o pensamos sobre ellas y como nos hacen sentir. En función de estos pensamientos y emociones, actuaremos de determinada forma.

Muchas veces lo que nos decimos ante lo que ocurre determina como nos sentimos.

Otras veces lo que sentimos hace que tengamos unos pensamientos concretos.

Algunas veces no sentimos o no pensamos y actuamos automáticamente.

Es la forma en que nos hablamos a nosotros mismos, es decir, lo que pensamos, lo que suele hacernos sentir mal y afrontar las situaciones que vivimos de manera poco eficaz, creando problemas ante esto que estamos viviendo.

Es muy importante por ello hablarnos, pensar, de forma que seamos lo más objetivos posible, aunque siempre habrá un porcentaje de subjetividad en nuestra interpretación de lo que ocurre.

La Psicología siempre se ha preocupado de los pensamientos, emociones y conducta.

Para pensar de forma más racional y objetiva, más adaptada a la situación, hay innumerables técnicas.

La técnica más utilizada en los tratamientos Cognitivo – Conductuales es el CUESTIONAMIENTO SOCRATICO:

 

CUESTIONAMIENTO DE REALIDAD

– ¿Esto que pienso es probable que sea así?

– ¿Dónde está escrito que sea de esta forma?

– ¿En qué me baso para pensar así?

– ¿Hay otras alternativas a lo que estoy interpretando?

 

CUESTIONAMIENTO DE UTILIDAD

– ¿Esta forma de pensar me sirve para entender lo que pasa?

– ¿Me sirve para solucionar el problema?

– ¿Me hace sentir mejor?

– Y en última instancia ¿me es útil o por el contrario no me sirve?

 

CUESTIONAMIENTO LÓGICO

– Me pongo en lo peor y lo que pienso puede ser verdad.

– ¿Cómo lo soluciono?

 

Dentro de la Psicología Cognitiva la técnica más moderna para pensar más objetivamente sobre lo que estamos viviendo es la Terapia Lingüística de evaluación. Su técnica más eficaz es el DEBATE SEMÁNTICO GENERAL.

Se base en diferenciar las palabras de los hechos. Las palabras nunca describen por completo la realidad, son símbolos que en el mejor de los casos pueden ser aproximados a lo que describen, pero la experiencia es mucho más amplia que las palabras que la describen.

Preguntas para atenerse a los hechos:

¿Cuál es el hecho?

¿Cuáles son las palabras?

¿Qué pesan más las palabras o los hechos?

¿Qué se puede cambiar?

¿Qué no se puede cambiar?

¿Ante que estoy reaccionando, las palabras o los hechos?

¿A qué le doy más peso, a las palabras o a los hechos?

Así propone una serie de errores que cometemos al hablarnos:

Identificar: Convertir las palabras en hechos. Nos etiquetamos o lo hacemos con los demás de manera totalitaria y reduccionista. Por ejemplo: “Soy un fracasado”

Anticipar: Ponemos las palabras antes que los hechos, pero los hechos no han ocurrido. Por ejemplo: “Esto saldrá mal”.

Intensionalizar: Emplear un lenguaje rígido y absolutista. Siempre, nunca, todo, nada, debería, tendría que, etc.

Dejarnos llevar por las palabras nos hace interpretar de forma incorrecta lo que vivimos, lo que a su vez hace que nuestras emociones sean poco adecuadas a lo que ocurre y que actuemos de forma muy poco eficaz para resolver los problemas que la vida nos plantea.

Ante esto, podemos pensar en los hechos y emplear un lenguaje más descriptivo, con matices, que se adapte a lo que estamos percibiendo y en consecuencia nos sentiremos menos intranquilos, con menos dolor emocional y actuaremos de forma más eficaz ante lo que está ocurriendo.

Es fundamental para el bienestar y la vida buena hablarnos a nosotros y a los demás de forma más amable, más adaptada a la realidad de lo que está pasando y seremos más activos para afrontar lo que ocurre y menos pasivos o agresivos al sentirnos desbordados por emociones poco acordes a lo que ocurre.

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