Trauma psicológico y su tratamiento

 

 

El trauma psicológico es el impacto emocional intenso producido por un acontecimiento externo extremadamente amenazante, impredecible e incontrolable, que provoca una ruptura cognitiva, afectiva y somática con efectos a menudo incapacitantes y supone un cambio vital y un deterioro significativo en el funcionamiento cotidiano.

El estrés postraumático es la patología desarrollada por la exposición al trauma, siendo los principales acontecimientos traumáticos:

desastres naturales

accidentes de circulación, domésticos o profesionales

combate o exposición a zona de guerra

violencia física

violencia sexual

acoso o maltrato psicológico tanto escolar como en el trabajo

actos terroristas

tortura, encarcelamiento y privación de libertad

muerte accidental o violenta de una persona cercana

enfermedad grave propia o de un ser querido

violencia en la pareja

ser testigo como profesional de situaciones críticas como muerte, deterioros graves, falta de medios, etc.

Dependiendo de las circunstancias personales y la capacidad para afrontar acontecimientos estresantes, pueden originar un trauma las rupturas importantes en la vida cotidiana como divorcio, traición, ruina económica o pérdida de estatus económico y social.

El estrés postraumático se desarrollará dependiendo de la severidad de la exposición traumática, sean de un episodio único (violación), episodios repetidos que cesan (situación de guerra) o episodios repetidos que continúan (acoso o maltrato).

Los síntomas del estrés postraumático se agrupan en:

  • Intrusiones: recuerdos intrusivos, pesadillas, flashbacks o reexperimentación.
  • Evitación: de recuerdos, pensamientos y sentimientos angustiosos, o de personas, lugares o estímulos que recuerdan el trauma.
  • Alteraciones cognitivas y del estado de ánimo: amnesia, creencias negativas sobre uno mismo, los demás y el mundo, percepción distorsionada de la causa o consecuencias que genera la culpa, estado emocional negativo con miedo, terror, vergüenza, enfado, disminución del interés por actividades significativas, desapego o alienación, incapacidad de experimentar emociones positivas.
  • Alteración de la alerta y reactividad: irritabilidad y falta de control de la ira, comportamiento imprudente, respuesta de sobresalto exagerada, problemas de concentración y alteración del sueño.

El trauma supone una ruptura de lo que creíamos seguro y controlable y se manifiesta como:

  • Impacto neurobiológico: Mayor sensibilidad a la respuesta de estrés; sesgo atencional a la amenaza; déficit de la memoria episódica con fragmentación y descontextualización espaciotemporal; déficit de la regulación de la atención y emocional.
  • Impacto cognitivo: Cambio en la interpretación de la realidad; el mundo es peligroso; no se puede confiar en nadie; no merezco el interés o amor de nadie; me siento culpable por lo sucedido; nadie me entiende.
  • Impacto afectivo: La sensibilización del sistema de respuesta de estrés que puede provocar ansiedad, trastornos disociativos, trastornos del estado de ánimo, trastornos de la personalidad y adicciones, entre otros.
  • Impacto somático: Síntomas cardiovasculares, síntomas gastrointestinales, fibromialgia, dolor crónico generalizado, síntomas sexuales con dolor e infecciones recurrentes.

Los recuerdos traumáticos son fragmentarios, desorganizados, descontextualizados, intrusivos y disruptivos. Se cuelan en el presente generando malestar y pueden ir desde imágenes repetitivas y obsesivas a la reexperimentación completa de la experiencia en el presente tal y como ocurrió. El trauma persiste en el presente y el futuro.

Estos recuerdos pueden ser desencadenados de forma incontrolable por estímulos sensoriales de cualquier tipo, táctiles, olfativos, sabores, ruidos, aspecto físico, iluminación. Por ello, la hipervigilancia o alerta permanente y la evitación cognitiva, conductual o emocional es tan significativa en el trauma.

Los recuerdos suelen ser almacenados de forma desestructurada. Por un lado, los recuerdos contextuales, codificados verbalmente pueden ser incompletos, mientras que los recuerdos sensoriales y emocionales se codifican de forma más completa.

Estos recuerdos contextuales si se corresponden con los sensoriales, puede inhibirse el miedo, porque ambos llegan a la consciencia igualmente, pero si los contextuales son reducidos y los sensoriales más potentes, se activa el miedo, al no ser eficaz la inhibición cortical.

Por este motivo la exposición controlada al trauma permite rellenar huecos del sistema contextual o narrativo y hacer que se corresponda con el sensorial, consolidándose los recuerdos verbalmente en la memoria, lo que activa el córtex prefrontal e inhibe la amígdala y por lo tanto el miedo.

Si los recuerdos son inmanejables, pueden surgir los trastornos disociativos, más comunes si el trauma es antes de los 12 años o ha habido más acontecimientos traumáticos.

Los principales trastornos disociativos son:

  • Trastorno de despersonalización/desrealización:

La despersonalización consiste en experiencias de irrealidad, ser un observador externo respecto a pensamientos, sentimientos, sensaciones, cuerpo o conducta.

La desrealización implica experiencias de distanciamiento e irrealidad frente al entorno.

  • Amnesia disociativa:

Incapacidad para recordar cierta información autobiográfica. Es un deterioro de la memoria explicita, declarativa, mientras que la memoria implícita, semántica, permanece completa. Es muy común en traumas repetidos en la infancia.

  • Trastorno de identidad disociativo:

Es el más extremo de los trastornos disociativos y está vinculado a una infancia llena de adversidades y traumas recurrentes. Tiene una función protectora para aliviar el impacto del trauma. La persona entra en estados de consciencia disociativos que a base de repetirse se convierten en identidades cognitivo-afectivas independientes.

La personalidad se encuentra fragmentada en diversas identidades, con diferentes recuerdos cada una.

  • Trastorno de conversión:

Alteraciones de la función motora o sensitiva voluntaria. Debilidad, temblor, parálisis, problemas de deglución, afonías, alteraciones sensoriales, anestesia, producidos por la alta activación fisiológica ante un peligro del que no es posible escapar, apareciendo la respuesta de parálisis o apagado.

Hay varios y muy buenos tratamientos psicológicos para el trauma.

Todos se basan directa o indirectamente en la exposición a los hechos traumáticos con el fin de eliminar la evitación de estos, cognitiva, emocional, sensorial o conductual, lo que a su vez soluciona la alta activación fisiológica, las intrusiones en todas sus modalidades y los síntomas disociativos.

Independientemente de que la exposición es fundamental, la mayoría de las mejores terapias tratan cada síntoma por sí mismo hasta su eliminación e incorporan técnicas, si la persona lo necesita, para aprender habilidades de comunicación, manejo de la ira, reestructuración de la culpa, terapia sexual, regulación emocional y rehabilitación ocupacional.

Los que han demostrado más eficacia son:

Las terapias clásicas de exposición imaginal y en vivo a recuerdos y estímulos evitados.

  • Terapia de exposición narrativa: Integra los recuerdos fragmentados en una narración coherente que permite reorganizar la memoria autobiográfica y la emocional.
  • Exposición prolongada: Foa. Exposición imaginal y en vivo a situaciones consideradas peligrosas por la persona, pero que no lo son. Situaciones que recuerdan el evento traumático. Situaciones evitadas por un bajo estado de ánimo y por último exposición imaginal al trauma con unas características concretas como hablar alto, en primera persona y en presente.

Se incluye la discusión de los pensamientos disfuncionales.

  • Terapia de procesamiento cognitivo: Resic y Shnicke. Se trata de escribir y leer luego en consulta sobre el trauma. Se identifican puntos de bloqueo y creencias disfuncionales de seguridad, confianza, poder, estima e intimidad y se reestructuran para que dejen de ser incapacitantes.
  • Terapia cognitiva de Ehlers y Clark. Se basa en eliminar las valoraciones negativas del trauma, reducir la reexperimentación reelaborando los recuerdos y discriminando los disparadores, y eliminar estrategias cognitivas y conductuales disfuncionales.
  • Desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares: Se basa en la exposición a escenas del trauma y las cogniciones y sensaciones asociadas y concentrarse en seguir con los ojos los movimientos de la mano del terapeuta o de un dispositivo luminoso.

La teoría de la técnica es que permite procesar los recuerdos e integrarlos en la memoria autobiográfica de forma consciente.

Las escenas, pensamientos y sensaciones van cambiando espontáneamente y pueden ser comentadas o simplemente dejarlas pasar. Cuando se ha procesado lo que se llama un canal sensorial o temático concreto y ya no se experimenta malestar, se instala una cognición positiva o de capacidad en la situación traumática inicial mediante nuevas tandas de movimientos oculares.

Puede ser más complejo cuando surgen reacciones diversas durante el proceso, que habrá que ir manejando con relajación y con reestructuración cognitiva.

  • Psicoterapia Integradora:

Detección de las pautas problema. Trabajo con las emociones, pensamientos y conductas. Tratamiento de síntomas de intrusión, evitación e irritabilidad.

La narración de la experiencia traumática es a elección del paciente, solo se hace si está preparado y así lo desea.

Problemas en la historia biográfica.

Trabajo con el sistema de creencias, la culpa y el duelo.

Crecimiento postraumático. Detectar recursos propios. Detectar signos de cambio positivos. Promover el optimismo. Promover cambios vitales positivos y la resistencia a las adversidades.

  • Hipnosis clínica:

La hipnosis es un método facilitador de estrategias en el curso de una terapia y potencia la efectividad del tratamiento que se utilice. Dispone de una gran variedad de técnicas transmitidas por sugestiones hipnóticas para tratar tanto los síntomas como permitir el crecimiento postraumático.

Es especialmente útil para enseñar a la persona a eliminar los síntomas más molestos de la hiperalerta, la evitación y la alteración emocional.  Los síntomas disociativos, especialmente resistentes para cualquier tratamiento, son abordables con mayor facilidad con hipnosis.

Las fases del proceso se suelen hacer en paralelo y son:

Recuperación controlada de los recuerdos y elaboración e integración de la experiencia traumática.

Estabilización y eliminación de los síntomas de Alarma, Intrusión y evitación.

Abordaje de los síntomas disociativos.

Reintegración y rehabilitación de la personalidad.

  • Terapia de reelaboración imaginal: Creada para víctimas de abuso sexual.

Exposición al recuerdo traumático y experimentar emociones, pensamientos y sensaciones. Se reviven las escenas y se tranquiliza y sustenta al niño asustado, además de darle poder para hacer algo diferente donde ya no está paralizado e indefenso.

Posteriormente se refutan creencias y esquemas asumidos y se modifican por otros más objetivos, como la atribución de la culpa y la vergüenza al perpetrador, fomentando una visión más positiva de uno mismo.

Esta lista no incluye todos los tratamientos eficaces y además la descripción es muy resumida para adecuarse al espacio disponible.

El trauma tiene solución y la psicología lo demuestra con las investigaciones constantes y la práctica clínica.

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