Establezco necesariamente una alianza con el consultante, con el que adquiero un compromiso mutuo para que enfrente las experiencias difíciles de la vida y la adversidad, ayudando a encontrar posibles soluciones a los problemas que nos plantea la vida o a mejorar los aspectos que consideremos oportunos.
Mi forma de trabajar depende de la persona y del problema para el cual demanda ayuda.
Hoy, sabemos que no se pueden aplicar las mismas técnicas a diferentes personas y que no existen soluciones únicas para un problema. Todas las terapias buscan incorporar lo que funciona de las demás. Hay una tendencia a la integración de las mismas, aunque cada una con su estructura propia. No son posibles posiciones rígidas, salvo que se pretenda adaptar los problemas a una terapia específica, sin tener en cuenta al consultante.
El cambio y la solución son distintos para cada persona y problema, por lo que es necesario emplear técnicas de diferentes formas de terapia.
Por ello, no utilizo una terapia concreta, sino aquellas que para cada caso considero siempre junto con el cliente más idóneas. Incluso, en caso de que no funcionen satisfactoriamente, cambiaremos los métodos para buscar y encontrar mejores soluciones.
La ayuda siempre contempla, independientemente del conjunto de técnicas acordado:
— Apoyo emocional y aceptación incondicional.
— Desarrollo de experiencias para conseguir el cambio de comportamiento que permita adquirir nuestra forma de resolver las dificultades.
— Facilitación de la solución de los problemas así como de la toma de decisiones.
— Descubrimiento de nuevos sentidos y formas de afrontar la vida.
El cambio parte de la acción y de la experiencia. Actuando, aprendemos a cambiar nuestra forma de pensar, de percibir la realidad del entorno, y las relaciones que mantenemos.
No existen las enfermedades mentales como tal concepto, son etiquetas consensuadas que agrupan problemas, formas de interpretar y de relacionarnos con nosotros mismos, el mundo y los demás, pero que no dicen nada sobre los problemas y las dificultades de cada uno, que siempre son únicas.
Por ello, nos centramos en las soluciones más apropiadas para el consultante, visto en su contexto o ambiente, en sus relaciones con los demás y consigo mismo, y basándonos en las funciones de su comportamiento, es decir, en el análisis funcional de su conducta.
Se considera conducta tanto las acciones, como las emociones y los pensamientos, con la observación de que emociones y pensamientos son solo observables para la persona que los experimenta y no por los demás.
Se trabajará para potenciar los recursos de la persona y recuperar o descubrir su competencia.
Mi intervención se basa en:
— El respeto y no juzgar al consultante.
— La escucha y la calidez de la relación de ayuda.
— El descubrimiento de nuevas perspectivas en la vida.
— La confianza en el consultante para revelar y potenciar sus recursos.
— La idea de que el cambio es inevitable. Siempre está ocurriendo, es el origen de los problemas, en cuanto seguimos empleando lo que antes funcionaba y ahora ya no. La solución vendrá también con el cambio.
Aprenderemos que:
— Ninguna técnica funciona siempre, ni para todo el mundo.
— Nuestro pasado nos influye, pero no nos determina.
— Nuestras expectativas sobre el futuro influyen en nosotros.
Mi trabajo consiste en la orientación hacia la construcción de soluciones y en un acuerdo sobre el propósito de la intervención.
El proceso se inicia con la queja del consultante, transformada en una petición sobre la que trabajamos juntos. Clarificamos el problema y definimos juntos los objetivos que tenemos que conseguir.
La confidencialidad durante todo el proceso y después del mismo para siempre está garantizada y amparada por el código deontológico del colegio oficial de psicólogos.