Culpa y Vergüenza. Emociones que aprisionan.

La vergüenza es una emoción cuya utilidad consiste en hacernos mantener un comportamiento socialmente aceptable y no ser así rechazados por los demás.

Por eso si no nos comportamos de forma no aceptable, sentiremos la vergüenza por la critica y rechazo en nuestras relaciones.

La culpa es una emoción que nos dice que hemos cometido un error y que debemos aprender de él y reparar el daño en la medida de lo posible.

Son emociones útiles y sanas, que existen para que haya cierta armonía en entornos sociales.

Entonces, ¿por qué pueden convertirse en un tormento y nos causan tanto malestar?

Estas emociones complejas, como toda emoción, pueden perder su valor adaptativo y convertirse en un serio problema para el bienestar de una persona.

La vergüenza se relaciona con sentirse expuesto y encontrarse carente de valía. Sentirse mirado con desprecio o sentirse inferior.

La ansiedad que produce la vergüenza hace que seamos precavidos al mostrarnos y posiblemente se relaciona con la timidez.

El miedo al deprecio de los demás puede internalizarse y ser generado por nosotros mismos, algo que ocurre con mucha frecuencia.

La vergüenza es descalificadora de la persona, sería “yo soy…”, algo relacionado con la valía de uno mismo. Se distingue de la culpa en que esta última es un juicio sobre una acción, “yo hice…”

Así la culpa es algo que se tiene que pagar por obrar mal y la vergüenza es retraerse o esconderse para no ser evaluado negativamente.

Los estudios realizados en psicología con las emociones encuentran diferentes tipos de vergüenza:

La vergüenza primaria desadaptativa: Es la sensación interna de sentirse defectuoso. Ciertos comportamientos o deseos son inaceptables y esta vergüenza acaba generalizándose a la persona en su totalidad. También puede originarse por maltrato en la infancia si el niño internaliza la sensación de ser indigno de amor, culpándose así mismo con desprecio.

Esta vergüenza genera baja autoestima crónica basada en la creencia de ser carente de valía.

Muchos problemas de ansiedad social, perfeccionismo, depresión, adicciones y trastornos de la personalidad tienen su origen y mantenimiento en esta vergüenza internalizada de no ser valioso.

La vergüenza primaria por transgredir estándares personales: La persona siente desprecio y asco por si misma y no puede personarse por comportamientos pasados que acaba generalizándose a toda la imagen de sí mismo.

La vergüenza secundaria por autocritica: La persona se censura constantemente por sus errores y defectos generando sentimientos de inferioridad. Suele originarse por críticas recibidas en la infancia y adolescencia donde la persona es descalificada como tal al cometer actos no aceptados por las figuras de referencia.

En vez de enseñar la acción correcta, las consecuencias de la acción incorrecta y corregir al niño por su comportamiento, se le descalifica íntegramente etiquetándolo, por ejemplo: “eres un inútil”

La vergüenza secundaria por la experiencia interna: Avergonzarse por sentirse débil, necesitado, enfadado y realizar una evaluación negativa de estas emociones.

La culpa se produce por hechos del pasado que son vividos como irreversibles. Puede manifestarse con indicadores de malestar: tristeza, agresividad, sumisión, compensación exagerada de ayuda a los demás, angustia.

Siempre hay un ojo acusador, que puede ser uno mismo o alguien externo que la persona cree que observa. Una norma transgredida y transmitida en la educación. Un objeto del daño.

El ojo acusador suele ser una figura de autoridad interiorizada por la persona y la norma transgredida una norma transmitida por los cuidadores en la infancia.

La forma de trabajar en psicoterapia con la vergüenza y la culpa:

El problema surge en que la culpa puede basarse en supuestos erróneos, como la falsa atribución de responsabilidad, la culpa retrospectiva “y si hubiera hecho o no esto”, o se cronifica, perdiendo su carácter transitorio y el mensaje que no enseña.

La vergüenza es descalificadora de la persona en su totalidad, por lo que es primordial convertir la creencia “yo soy” en “yo hice”, eliminando así esta descalificación global y atribuir esta emoción a algo concreto para poder trabajar con ello.

Es importante atribuir correctamente las responsabilidades de lo ocurrido, implicados y ambiente en el que ocurrieron los hechos.

Localizar el ojo acusador y su origen, ya que muchas veces es uno de los padres el que nos acusa simbólicamente. La norma puede así mismo ser un mandato de los padres que se ha distorsionado con el tiempo.

Trabajar con el castigo que nos infringimos mediante la crítica y el autodesprecio y medir su proporcionalidad al hecho.

La vergüenza y la culpa pueden causar una enorme infelicidad y malestar y normalmente hay que trabajarlas en Psicoterapia y es difícil deshacerse de ellas. Hay muchas técnicas para lograr que la vergüenza y la culpa que nos causan tanto malestar sean eliminadas cuando se han convertido en una mancha crónica. Aquí solo esbozamos líneas de actuación de un trabajo bastante complejo.

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