Esquemas emocionales y problemas en la vida cotidiana

Si te das cuenta de que es frecuente que piensas, sientes y actúas de forma que ocasiona problemas en tus relaciones con los demás e insatisfacción por como te salen las cosas, y no sabes como es posible que sin darte cuenta ocurra siempre el mismo resultado que te deja insatisfecho y con un malestar que ya te es familiar, tal vez se deba a que se activan ciertos esquemas emocionales que tienes grabados en ti por tu historia y experiencias en la vida.

Comportamientos repetidos sin que seas muy consciente de ello, pero si de lo que obtienes, un profundo malestar y frustración, y esa sensación de que sueles estar bastante insatisfecho con tu vida, tienen su explicación en estos esquemas emocionales.

Estos esquemas emocionales desadaptativos están implicados en los trastornos de la personalidad, formas inflexibles de percibir lo que ocurre y relacionarnos de forma desadaptativa, es decir poco eficaz, que deterioran la capacidad de la persona para funcionar y producen un malestar en el entorno de la persona.

Ejemplos de que pueden existir en nosotros esquemas desadaptativos hay muchos: Trabajar compulsivamente sin que los logros conseguidos sean nunca suficientes; Buscar repetidamente parejas incapaces de comprometerse o dar amor; Perseguir de lo otros la admiración y acabar aislado; Emociones planas, totalmente controladas, que te impiden implicarte en las relaciones y disfrutar de la vida; Perder un trabajo detrás de otro y ser consciente de que algo ocurre en ti, pero no sabes qué.

El esquema desadaptativo es un patrón emocional y cognitivo que se forma por las necesidades no satisfechas y las experiencias nocivas y se repite a lo largo de la vida provocando conductas normalmente tendentes a satisfacer la necesidad que no fue satisfecha.

Las necesidades emocionales básicas en la infancia se pueden agrupar en:

Vínculos seguros: Seguridad, estabilidad, cuidados y aceptación.

Autonomía, competencia y sentido de identidad.

Libertad para expresar emociones y necesidades.

Espontaneidad y juego.

Limites realistas y autocontrol.

El temperamento innato y el contexto del niño interactúan y las necesidades básicas insatisfechas producen frustración.

Cada niño percibirá según su temperamento está insatisfacción de una forma distinta, pero casi siempre desarrollará formas poco adaptativas o adecuadas de conseguir la satisfacción de estas necesidades. El niño desarrollará formas de apego inseguro o ansioso.

Las experiencias vitales con las necesidades emocionales originan los esquemas emocionales:

La frustración origina privación emocional y abandono, dado que el niño carece de estabilidad, comprensión y amor.

La traumatización, donde al niño se le hiere o victimiza, origina desconfianza, imperfección, vergüenza y vulnerabilidad.

La sobreprotección, el exceso y falta de límites, origina dependencia, incompetencia o grandiosidad, pues todo le es permitido.

La identificación con personas significativas, pero solo en cuanto a experiencias vitales traumáticas o no satisfechas transmitidas por los padres.

El esquema influye en el procesamiento de las experiencias posteriores y tiene un enorme papel en el modo de pensar, sentir, actuar y relacionarse.

Lo que hace la persona perpetua el esquema en una especie de profecía autocumplida, en la que actúan las distorsiones cognitivas o interpretación errónea de lo que ocurre alrededor; afectivamente se suelen bloquear las emociones asociadas y estás no se hacen conscientes; conductualmente se reproducen patrones en situaciones y relaciones que activan el esquema y lo refuerzan.

La respuesta de afrontamiento a lo que nos ocurre es lo que al final hace que el esquema no pueda cambiarse y liberarnos de él.

Un esquema es una amenaza algo que frustró y frustra nuestras necesidades básicas, y el miedo a la amenaza activa el esquema, al que respondemos de tres formas distintas.

Estas respuestas son:

La sobrecompensación hace que nos comportemos como si lo contrario fuera auténtico. Se aparenta seguridad, pero se sobrepasan los límites con una conducta desproporcionada y el esquema se perpetúa. No se conecta con los demás, no se reconocen las limitaciones y suele acabar originando problemas que, en efecto, confirman el esquema.

Por ejemplo, ponerse metas inalcanzables y trabajar sin descanso para lograrlas con el fin de contrarrestar el esquema de que algo en nosotros está mal, no somos aceptados, y si trabajamos sin descanso lograremos la aceptación de los demás, algo que lo que hace es alejarnos de aquello que deseamos, ser aceptados y queridos. Al final ni conseguimos la aceptación de los otros, ni nuestro trabajo nos satisface, pues las metas siempre están más lejos, son excesivas.

La evitación del esquema, ocultando sentimientos y situaciones que lo activen, como relaciones cercanas y desafíos laborales. Así para evitar sentirnos mal, nos abstenemos de expresar afecto o trabajamos mecánicamente, lo que acaba por confirmar el esquema de que no somos válidos, por ejemplo.

La rendición, en la que se acepta el esquema como auténtico y se actúa para confirmarlo directamente. Por ejemplo, buscar una pareja maltratadora porque lo fue nuestro padre, o un trabajo donde no se nos tenga en cuenta ya que en casa nos confirmaban que valíamos poco.

Muchas personas viven con esquemas emocionales que se activan en situaciones vitales y se comportan de forma que confirman estos esquemas, que a su vez reclaman de forma inadecuada la satisfacción de necesidades básicas no satisfechas en la infancia.

Comportamientos que son vistos muchas veces como aceptables socialmente, como trabajar sin descanso o tener una ética excesivamente elevada, pero rígida, o totalmente inadecuados, como rodearse de personas aduladoras, maltratadoras o serviles. Todos ellos desconocen el porqué de su comportamiento, de que hay detrás de estas conductas que consiguen la insatisfacción vital permanente, la sensación de que siempre falta algo muy necesario para estar bien con uno mismo.

Los esquemas están profundamente arraigados en la persona. Incluso por la familiaridad de las emociones que evocan, nos sentimos cómodos con ellos, aunque vivamos insatisfechos y muchas veces deprimidos.

Ejemplos de sobrecompensación:

Aferrarse a la pareja hasta agobiarla, abusar de los demás, demandas constantes, criticas crónicas, adaptarse a toda costa renunciando a ser quienes somos, no pedir nada a nadie, arriesgarse en exceso, hipercompetencia, se revela contra la autoridad, provoca a los demás, optimista en exceso, trata de ser el centro de atención constantemente.

Ejemplos de rendición:

Fanfarronear sobre los logros, abandonar fácilmente, delega todas las decisiones, se sacrifica por los demás sin pedir nada, actúa para impresionar, se centra en lo negativo, emociones planas, perfección exagerada, se castiga y castiga a los demás, parejas que no se comprometen o que son distantes, parejas maltratadoras, obsesión por catástrofes, trabaja con desgana habitualmente.

Ejemplos de evitación:

Busca la soledad a toda costa, evita confiar, no expresa sentimientos, evita nuevos retos y desafíos, huye de la responsabilidad, evita el conflicto, evita la aprobación y los elogios.

Estos esquemas se perpetúan, salvo que la persona sea capaz de cambiarlos por experiencias vitales significativas y aprender de ello, lo que no es fácil, pues significa cambiar creencias, sentimientos y formas de actuar.

La Psicoterapia es necesaria, casi siempre, para cambiar estos esquemas, dejarlos atrás en el pasado, y que dejen de activarse y condicionar el presente.

La forma de abordar el cambio es compleja, como es lógico, y emplea:

Estrategias cognitivas que ayudan a cuestionar el esquema.

Estrategias experienciales, que activan las emociones y provocan cambios profundos

Estrategias conductuales para cambiar la forma de afrontar las situaciones donde el esquema se activa.

El buen hacer, el acompañamiento y la relación con el Psicólogo, es como siempre en los tratamientos psicológicos, lo más importante del proceso. Los cambios producidos en la consulta se generalizan a la vida cotidiana.

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